Esta historia que ahora comenzamos
hablará de una casa altoaragonesa que, como todas, tiene nombre e historia y que, como muchas, ha
visto denostada hasta el límite su “existencia”. Esta Casa tiene un nombre ,un lugar, un tiempo -no agotado- ,
ocupa su espacio ancestral… no cabe duda pues de que existe.
Todo lo dicho parece evidente, por
demás… nadie negaría la existencia de algo que sigue allí aunque su estado sea
ruinoso. Pero si digo que existe no sólo digo que algo de lo que fue sigue
allí. Cuando hablo de que “existe” es
porque de nuevo, y contra todo pronóstico, hemos girado el sentido del destino
poniéndonos manos a la obra en su reversión hacia las sombras y las luces de
la vida.
Sus piedras desafiando temporales,
sus leyendas, su memoria….nuestro impulso para su continuidad en el tiempo,
todo existe. No todo es ya pasado, o mejor, ya no existe sólo en y para un
pasado a punto de agotarse.
Ahora, en tiempos donde la tecnología
de la comunicación nos lleva a la
saturacion de mensajes y en algunos casos a la virtualidad de las relaciones, lo que existe o no existe parece
tener que ver con estar o no estar en las redes. En ellas, por lo tanto,
también queremos/debemos? estar en la confianza de que nos sirvan de herramienta de contacto y, quien sabe, si facilitadoras de
auténtico acercamiento en un espacio físico y concreto con vocación de encuentro.
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