Todo lo que tiene nombre existe, es
la conclusión a la que llegan personas que creen en el valor de aquello que se
cuenta desafiando los tiempos en pro de la fascinación , el misterio, el temor.
En distintas localizaciones, realidades, mistificaciones, pensamientos,
sentimientos, sueños…..si alguien ha
dado una palabra –O un relato- con que identificar a algo o a alguien y esa
palabra, instalada en la oralidad a salvo del tiempo, permanece , poco importará la “veracidad” de
lo relatado…la palabra es lo último en morir en estas montañas en pie por su
dignidad. Si queda la palabra algo queda.
Esta historia que ahora comenzamos
hablará de una casa altoaragonesa que, como todas, tiene nombre e historia y que, como muchas, ha
visto denostada hasta el límite su “existencia”. Esta Casa tiene un nombre ,un lugar, un tiempo -no agotado- ,
ocupa su espacio ancestral… no cabe duda pues de que existe.
Todo lo dicho parece evidente, por
demás… nadie negaría la existencia de algo que sigue allí aunque su estado sea
ruinoso. Pero si digo que existe no sólo digo que algo de lo que fue sigue
allí. Cuando hablo de que “existe” es
porque de nuevo, y contra todo pronóstico, hemos girado el sentido del destino
poniéndonos manos a la obra en su reversión hacia las sombras y las luces de
la vida.
Sus piedras desafiando temporales,
sus leyendas, su memoria….nuestro impulso para su continuidad en el tiempo,
todo existe. No todo es ya pasado, o mejor, ya no existe sólo en y para un
pasado a punto de agotarse.
Ahora, en tiempos donde la tecnología
de la comunicación nos lleva a la
saturacion de mensajes y en algunos casos a la virtualidad de las relaciones, lo que existe o no existe parece
tener que ver con estar o no estar en las redes. En ellas, por lo tanto,
también queremos/debemos? estar en la confianza de que nos sirvan de herramienta de contacto y, quien sabe, si facilitadoras de
auténtico acercamiento en un espacio físico y concreto con vocación de encuentro.
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